Lugha ya kimaumbile: Kihispania
Antes trabajaba como dependienta y encontraba distracción con la clientela. Sólo que habÃa algo que el marido no soportaba: el superior de ella barajaba dinero con frecuencia. El marido era cauteloso: ella tenÃa que ir a ingresar estos fajos de billetes. Y tenÃa un peso que le quitaba el sueño: que le abandonara por otro o por un fajo de dinero. Después de una penosa jornada el marido iba a la cocina y lo único que percibÃa era que aquella cocina estaba frÃa como la muerte. Esto y que quedaban restos de jabón en el fregadero. El marido se esperaba, los brazos cruzados en la mesa y, después de un cuarto de hora de tensa espera, acababa con las manos en la cabeza. Un dÃa se abrochó la chaqueta y bajó las escaleras a toda prisa maldiciendo la mujer y el trabajo, pero sobre todo la mujer. A menudo este hombre en la taberna olvidaba sus propias penas. También el hijo se acostumbraba a la comida del colegio. Pero aquella tarde el hombre siguió andando hasta que entró en la tienda y suplicó que Anna se quitara aquel uniforme absurdo y volviera a casa. Sólo que Anna dijo: ¡ni hablar! El trabajo de ella ayudaba a pagar facturas, de ahà sacaban para la ropa del niño, libros para la escuela del niño, asà como las clases privadas del niño. Mientras atardecÃa Anna siguió trabajando, envolviendo regalos y haciendo buena cara. Eran casi las nueve cuando puso la llave en el cerrojo, y en cuanto entró recibió la primera paliza. Después tuvo que preparar la cena, aunque tuviera un brazo dislocado.